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martes, 29 de noviembre de 2011

SAN FRANCISCO JAVIER, PATRONO DEL EUSKERA Y DE NABARRA


San Francisco Javier / Francisco Xabier deuna

El 3 de diciembre, día en que murió el santo, es la fecha en que se conmemora el día Internacional del euskera. Se eligió este día por ser la lengua materna de Francisco de Javier, la aprendió desde la cuna y no la olvidó pese a las vicisitudes sufridas en su vida. En su lecho de muerte, en 1552, su acompañante Schurhammer fue testigo de sus últimas palabras dichas en euskera.



También este día se celebra a San Francisco Javier como patrono de Navarra.

Francisco Javier nació el 7 de abril de 1506 en el castillo de Xavier en Navarra, siendo el menor de una numerosa familia.

El nombre de Javier proviene del vascuence etxeberri o casa nueva, que en su evolución se transformó en Javier. La grafía original es Xavier.

Su padre Juan de Jaso Atondo, nace en el caserío Etxeberri de Jaxu cerca de Donibane-Garazi / Saint-Jean-Pied-de-Port, es pues navarro de Iparralde. Doctor en leyes por la Universidad de Bolonia, pertenecía al Real Consejo de Navarra, del cual llegó a ser presidente, y en 1472 fue nombrado maestro de finanzas de los Reyes de Navarra, Catalina de Foix y Juan de Labrit. Se casa con María de Azpilicueta Aznárez de una familia del Baztan que poseía el Castillo de Javier y el Palacio de Azpilicueta.

Sus hermanos mayores se destacaron en la lucha contra el reino de Castilla, invasor del Reino de Navarra.

Miguel de Jaso (el mayor y heredero de la familia), participó en la lucha contra los españoles, como por ejemplo contra Ignacio de Loyola en Pamplona. Es apresado en 1522 en el Castillo de Maya e incluso fue condenado a muerte aunque alcanzó el perdón.

Juan (que adoptó el apellido de su madre será reconocido bajo el nombre de Capitán Azpilcueta), siguió los pasos de su hermano en su lucha contra los invasores.

Ana de Jaso (se casó con Diego de Ezpeleta y tuvo como nieto al famoso apóstol del Gran Mogol de la India Jerónimo de Ezpeleta).

Magdalena (dama de honor de Isabel la Católica y luego abadesa del convento de Clarisas de Gandía).

Al poco tiempo de nacer Francisco, la familia tuvo que irse ya que pertenecía al bando Agramontés que apoyaba al rey de Navarra y se vieron perseguidos por los Beaumonteses que contaban con la ayuda militar externa de las tropas comandadas por el Duque de Alba, enviadas por el rey de Castilla y Aragón Fernando llamado “El Católico”.

Tras la conquista de Navarra el castillo donde nació fue demolido por orden del Cardenal Cisneros, aunque sólo se realizó un desmochado de la parte fortificada.

A los 19 años de edad, parte a París. En la capital francesa se asentó en el Barrio Latino, lugar bullicioso y concurrido, donde se encontraban los colegios que componían la universidad.

La sociabilidad, inmanente a su personalidad, sumado a su gusto por las tabernas, el beber y el jugar a las cartas, hacía repetidas sus escapadas del colegio para vivir las noches parisinas.

El momento crucial en su historia fue al encontrarse con Iñigo de Loiola, estudiante guipuzcoano que contrastaba con él en personalidad. Iñigo era 16 años mayor, cojeaba (como consecuencia de una herida recibida en batalla), introvertido, de gran fe, deseoso de servir a Dios y dar su vida a la causa, en cambio Francisco Javier era apasionado, apuesto, con anhelos de gloria y de triunfar en el mundo.

Quizás hayan sido las palabras que repetía Iñigo Loiola, “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?”, las que resonaron en Francisco Javier cuando, dejando la vida que había llevado hasta ese momento, toma los votos de la Compañía de Jesús en Montmatre, en 1534.

Sin duda, tiene bien ganado el apodo de “el gigante de las misiones”.

A los 35 años comenzó a recorrer el mundo bajo la corona de Portugal ya que no aceptaba hacerlo bajo la corona de Castilla. A pie, solamente con el libro de oraciones como único equipaje, evangelizó en un sinnúmero de lugares, entre ellos Italia, India, Indostán y Japón.

En los once años de misión recorrió más de 100.000 kilómetros.






Algunos de sus viajes más significativos han sido desde el puerto de Lisboa a la India (de 1541 a 1542), de India a las islas Molucas (de 1545 a 1546) y de la India al Japón (en dos períodos, de 1549 a 1551 y nuevamente en 1552).

Trece veces consecutivas emprendió viajes por India. Su objetivo era llevar la palabra a personas que nunca habían oído del Cristianismo.

Su sencillez lo acercaba a la gente de la India. Comía simplemente arroz, como ellos, alimento que solo acompañaba, la mayoría de las veces, con agua. Dormía en una vivienda precaria recostado en el suelo. Este modo de vida, hacía que sus enseñanzas llegaran con facilidad a las clases populares haciendo que se convirtieran en grandes cantidades.

Cuando en 1549 emprendió su viaje a Japón, tuvo que cambiar de estrategia ya que aquella sencillez que lo igualaba y acercaba a la gente en la India, en Japón hacía que fuera rechazado.

Se vistió con ropas elegantes para presentarse frente al primer mandatario. Fue recibido con cortesía y consiguió el permiso necesario para evangelizar.



Su deseo era poder misionar en China, donde estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa.

Finalmente consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 kilómetros de Hong - Kong.

Sin poder llegar a China, enfermó gravemente y consumido por fuerte fiebre, síntoma de una afección pulmonar, murió a los 46 años, el 3 de diciembre de 1552.

Cuando decidieron trasladar sus restos a India diez semanas después, notaron que su cuerpo se hallaba incorrupto. Los habitantes de Goa recibieron a su misionero con alegría y allí descansa aún hoy, en la iglesia del Buen Jesús.

San Francisco Javier fue nombrado patrono de todas las misiones y finalmente canonizado por el Sumo Pontífice en 1622, al mismo tiempo que Iñigo de Loyola.

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